
Alaska como frontera:
Consideraciones físicas y culturales desde una perspectiva indigenista
El ecosistema del Ártico y el área Inuit engloba el Norte de Alaska, Groenlandia y Chukotka, teniendo el clima más severo al que el hombre se ha adaptado y además ha conseguido sobrevivir. Es la región más septentrional del plantea, la que nos ofrece menos opciones para que el ser humano pueda subsistir. Las habilidades de este pueblo, al ingenio y su inteligencia práctica por saber aprovechar al máximo los escasos recursos existentes en su medio, ha convertido a los inuit como la mas notable y avanzada cultura de cazadores del mundo. El Ártico no tiene unos límites claramente definidos, aunque sin duda es la última frontera humana habitada más al norte.

¿Qué definimos como frontera?
Desde un enfoque científico-geopolítico, un límite socialmente construido que expresa la capacidad del Estado-nación para ejercer y contestar su soberanía sobre un espacio, regulando intercambios económicos, movimientos humanos y flujos de información; pero, según la mirada indigenista, esa línea no es un corte inmutable, sino una zona viva de encuentro y tensión, donde los pueblos originarios reconocen la continuidad del territorio más allá de la demarcación estatal, reivindican una gobernanza compartida basada en la reciprocidad con la tierra y las comunidades vecinas, y reconfiguran la noción de frontera como un espacio de hibridación cultural, resistencia ancestral y coexistencia ecológica.
Alaska, como frontera, expresa la capacidad de EE. UU. para proyectar soberanía sobre el extremo noroccidental del continente, regulando rutas comerciales árticas y controles migratorios; sin embargo, para los inuit, yup’ik y tlingit esa demarcación es permeable: sus familias, prácticas de caza y saberes ancestrales fluyen más allá de la línea estatatal; así, Alaska ejemplifica un espacio híbrido donde convergen la geopolítica del Estado-nación y la resistencia indígena que reivindica la continuidad territorial más allá del trazo fronterizo.
El Estado número 49:
La Alaska Inuit y la Estadounidense
Si bien el paisaje y el ecosistema alasqueño no está enteramente configurado por el Ártico, si que este significa un área cultural importante y que dista definitivamente del entramado social y estatal estadounidense. Alaska, es considerada 'la última frontera' y se configura como un gran territorio diverso y prácticamente deshabitado que presenta el enfrentamiento de la cultura nativa del Ártico y de los relativamente nuevos pobladores alasqueños sí, pero culturalmente estadounidenses.


¿Cómo se enmarca la realidad cultural inuit nativa en un Estado Occidental ?
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​Al menos desde la perspectiva estadounidense, la realidad nativa inuit en el sistema estatal estadounidense se enmarca principalmente a través del modelo de la Alaska Native Claims Settlement Act (ANCSA) de 1971, que extinguió el título aborigen y trasladó derechos territoriales y financieros a corporaciones regionales y locales (por ejemplo, Arctic Slope Regional Corporation para los Iñupiat) en lugar de gobiernos tribales tradicionales ANCSA Regional AssociationInvestopedia. Al mismo tiempo, la Alaska National Interest Lands Conservation Act (ANILCA) de 1980 reconoce una prioridad de uso de recursos para residentes rurales, protegiendo prácticas de subsistencia inuit en tierras federales, mientras el Estado de Alaska administra áreas estatales, lo que genera complejos regímenes de gestión de caza y pesca tradicionales Además, los Iñupiat mantienen relaciones “gobierno a gobierno” con EE. UU. a través de tribus reconocidas por el Bureau of Indian Affairs, como la Inupiat Community of the Arctic Slope, que ejercen soberanía limitada, acceden a servicios federales y promueven iniciativas de autogobierno bajo su constitución tribal. Por otra parte, no hemos de dejar a un lado la realidad de que estos pueblos, sufrieron una colonización e intrínsecamente, se ven sometidos a unas dinámicas estatales concretas que no son las suyas, y específicamente a la ocupación de su territorio.
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